Mediante el calentamiento de una solución que contiene propilenglicol, glicericol, aromatizantes y, en algunos casos, nicotina, los cigarros electrónicos o vapeadores se han convertido en la alternativa más común para dejar de fumar.

No obstante, “estudios recientes han demostrado que, pese a la falta de combustión, el aerosol que se emana al ‘vapear’ es potencialmente dañino”, informó el maestro Arturo Sabines Torres, director de la Oficina Nacional para el Control del Tabaco,en el en el Seminario Permanente “La Epidemia de Enfermedades Crónicas no Transmisibles en México”.

Existen más de 8 mil aromas para estos dispositivos y sus diseños llamativos incitan a consumirlos. “Cerca de un millón de adolescentes los han utilizado y su uso ha aumentado entre estudiantes de secundaria”.

El cigarro produce una dependencia física y/o psicológica hacia la nicotina y aunque las cajetillas cuentan con advertencias sanitarias, no se ofrecen alternativas suficientes, debido al desabasto de sustitutos. “No tenemos parches ni goma de mascar”, advirtió el maestro Sabines Torres.

México tiene la red de atención al consumo de tabaco más grande de América Latina: “Contamos con  240 centros de atención primaria, conocidos como CAPA; 118 unidades de los Centros de Integración Juvenil; 149 clínicas del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado a nivel nacional para dejar de fumar y una línea telefónica las 24 horas, que aparece en los empaques”.

El funcionario señaló que el alza en los impuestos y la prohibición de la venta de cigarros sueltos favorecerían que menores de edad y personas de escasos recursos dejen el tabaco. “Debemos mejorar nuestras prácticas y considerar que hay adicciones con mayor carga de enfermedades y mortalidad”. Asimismo, destacó la necesidad de fortalecer el primer nivel de atención para identificar el problema oportunamente.

Valeria Cuatecatl