La Clínica de Atención Integral para las Adicciones de la Facultad de Medicina ha beneficiado a jóvenes de entre 12 y 30 años, pertenecientes a la comunidad universitaria.
Cuando el nivel de consumo de alguna sustancia deriva en dificultades para sobrellevar los diferentes aspectos de la vida, se trata de una adicción. “Personas que quieren dejar de fumar y no pueden o que el consumo les demanda tanto tiempo que no van a la escuela o al trabajo viven con problemas de adicción”, explicó el doctor Hugo González Cantú, coordinador de la Clínica de Trastornos Adictivos del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.
“Independientemente de que el consumo sea de una sustancia legal o ilegal, no hay que minimizar una adicción”, alertó al destacar la importancia de informar sobre los daños que pueden ocasionar las diferentes sustancias, antes de criminalizar a los consumidores.
“Aunque se tenga derecho a usar alguna sustancia, cada uno debe conocer su vulnerabilidad. Si yo tengo un tío o un familiar que tiene esquizofrenia, eso me hace más propenso a que, si fumo marihuana, se me adelante una posible esquizofrenia”, ejemplificó el especialista durante la sesión “¿Cómo y a qué nos hacemos adictos?”, que formó parte del ciclo de preguntas y respuestas “Todo lo que siempre quisiste saber y no te atrevías a preguntar”, organizado por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.
La vulnerabilidad a desarrollar una adicción está integrada por diferentes variables, incluyendo la sustancia de la que se trate, la genética y el ambiente, entre otras. Se estima que sólo el 10 por ciento de las personas que en la edad adulta han consumido marihuana desarrollan dependencia a ella; en cambio, el 70 por ciento de quienes fuman tabaco son dependientes a éste.
Referente al componente hereditario, indicó que las poblaciones de Asia “tienen un metabolismo más lento del alcohol porque poseen una enzima que se dedica a metabolizarlo con mucha menos capacidad de reacción que en las poblaciones occidentales. Esa etapa metabólica puede cambiar la susceptibilidad de la vulnerabilidad”.
Aunado a esto, “existe una interacción total y absoluta entre la biología del individuo, la genética, su medio ambiente y su relación con las personas. Si hay un medio ambiente desorganizado, una familia disfuncional o tolerante a las sustancias, hay mayor acceso a ellas y una normalización social”, manifestó al asegurar que no se trata de un problema únicamente a nivel biológico, pues influye en buena medida la motivación tanto para consumirlas como para dejarlas.
¿Qué tanto somos dueños de nuestra voluntad?
La voluntad va a tener diversos papeles en el proceso del consumo problemático. El caso de un adolescente es diferente al de un adulto, pues su voluntad está regida por diferentes funciones cerebrales, como el interés por lo nuevo y la necesidad de socializar.
Tanto en jóvenes como en adultos, aunque el consumo comience deliberadamente, conforme se vuelve constante, se va perdiendo el autocontrol. “Se empieza a modificar el sistema que le asigna relevancia a los estímulos externos, que está diseñado para dos cosas primordialmente: comida/agua y sexo, para la supervivencia de la humanidad, de las especies en general. […] La voluntad, entonces, le da una relevancia total y absoluta a calmar la necesidad de la sustancia, sobre todo en un síndrome de abstinencia agudo”.
Sin embargo, hay estudios en donde se realizó con éxito la intervención de gratificar con dinero a los usuarios de crack que llevaran orina limpia. “La voluntad siempre queda ahí; no se pierde, pero se diluye. Aun en esos casos, existe una capacidad de decisión e influye la motivación que tengamos del otro lado”, aseguró el psiquiatra.
Mariana Montiel