El genio creador es un concepto que surge en el Renacimiento. Para conocerlo es importante estudiar los componentes del sistema artístico, qué valores se le dan a la obra de arte, quiénes lo consumen y cuál es la construcción en torno a la figura del artífice.
“Detengámonos un poco en lo que menciona Vasari, primero que es un talento sobrenatural, para la época del Renacimiento se entendía que la genialidad estaba vinculada con la intervención divina; por otro lado, está el hecho de que sea evidente ante los ojos de los demás, nosotros como individuos tenemos que reconocer que la mente de este personaje es superior a la nuestra y de ahí que nos sorprenda y maraville, son características que en aquel entonces se trabajaban para generar el concepto de genio creador”, indicó la maestra Nuria Galland Camacho, coordinadora de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.
En su Curso-taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina, la maestra Galland Camacho explicó que los artistas de esa época aspiraban a la genialidad y a ser considerados genios debido a que habían cambiado ciertas cuestiones a nivel social; por un lado, surgió el género de la biografía del artista, el desarrollo del autorretrato, y el ascenso del artista cortesano donde los grandes señores tenían consideración con él.
En el caso de Leonardo da Vinci (1452-1519), quien se formó como pintor, aunque le hubiera gustado más ser un científico, hizo observaciones muy precisas del cuerpo humano, muchas de las cuales fueron tomadas directamente de disecciones que realizaba en compañía de un anatomista o de manera clandestina. Para proteger sus observaciones y evitar problemas, escribía en espejo.
En La Mona Lisa, pese a ser una figura propositiva, ya que se trata de uno de los primeros retratos en escorzo, no es famosa por esto sino por su enigmática sonrisa y por teorías generadas alrededor del personaje de Leonardo.
“Entonces todo esto suscita una serie de misterios en torno a la figura, tanto que, pese a ser importante, hay una sobrecarga interpretativa y mítica alrededor de esta pieza, al grado que en el Museo del Louvre es expuesta con un vidrio blindado, donde las multitudes se aglomeran para poder verla sin percatarse que quizá en los muros contiguos hay obras fascinantes que llamarían mucho más la atención que este singular retrato y eso sólo lo genera la figura del genio creador”, señaló.
El otro gran genio es Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564). Él mencionaba: ´Como un guía fiel en mi vocación, cuando nací me otorgaron el don de la belleza que, en las artes, es luz y mi espejo´. “Entonces él sabe que tiene ese don, tiene la belleza a través de su obra y lo que más le gustaba hacer era esculpir y, al momento de enfrentarse a un bloque de mármol, sostenía que la figura se encontraba al interior, que él era una mera herramienta de Dios y sólo tenía que liberarla de su prisión pétrea”, indicó la maestra Galland.
Asimismo, para Miguel Ángel el cuerpo era un lugar en donde podía expresar lo más virtuoso, pero también los vicios, resaltó la experta.
Janet Aguilar