A finales del siglo XIX hubo grandes cambios en los esquemas tradicionales que modificaron la manera de ver a las mujeres, por lo cual hubo múltiples rostros de este imaginario femenino que se reflejan a través de la pintura y las letras.

“Para hablar un poco de este imaginario, sin duda, tenemos que tocar el tema de la misoginia, este rechazo, este temor, esta sensación de amenaza que siente el hombre en el momento en que las mujeres están ocupando puestos que tradicionalmente les pertenecían a ellos, y van rompiendo con ciertos roles sociales”, indicó la maestra Nuria Galland Camacho, coordinadora de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

En su Curso-taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad, la experta explicó que, a finales del siglo XIX, había un temor a la presencia de las mujeres en el ámbito público y laboral; también había desconfianza hacia los movimientos feministas que buscaban los mismos derechos que tenían los hombres. Otro aspecto importante es el aumento de la prostitución donde se revela esta doble moral que, por un lado, pondera el valor del matrimonio, sin embargo, de manera paralela está el aumento de la prostitución; y también irrumpen fuertemente las enfermedades por contacto sexual, donde se vio a las mujeres y principalmente a aquellas que eran prostitutas, como la fuente del contagio.

La imagen femenina en la pintura se fue transformando, “por un lado sienten una atracción terrible hacia ellas, saben que frente a la imagen femenina no tienen nada que hacer, su capacidad crítica no les sirve de nada, porque el deseo impera y las mujeres aparentemente lo saben y lo ejercen. Entonces se crea esta figura de la mujer hechicera que, con su gracia y belleza, logra captar y robar la voluntad del hombre”, señaló la maestra Galland Camacho. Esto se puede observar en la obra Circe envenenando el mar de John William Waterhouse.

Otra obra es la Pornócrates de Félicien Rops, que representa la naturaleza perversa de las mujeres que es capaz de convertir al hombre en animal, en este caso un cerdo, que tiene connotaciones negativas, vinculadas con lo pecaminoso y con la pravedad.

“Vemos cómo se va construyendo este imaginario de la femme fatale, de la mujer hechicera, en este caso de este ser oscuro que brilla con su sensualidad y que atrae, pero que consigo lleva la maldad y el veneno”, apuntó la experta al hablar de la obra El pecado de Franz von Stuck.

La maestra Galland Camacho presentó otras obras y explicó lo que quería representar el artista en su creación, como: Judith l de Gustav Klimt, Filis y Demofonte de Edward Burne-Jones, Salomé de Lucien Lévy-Dhurmer, Ishtar de Fernand Khnopff, y Madonna de Edvard Munch.

“Esto forma parte de ese imaginario donde el sistema patriarcal estaba fuertemente arraigado, entonces debido a esa realidad y a ese temor en el momento en que se empiezan a romper los órdenes establecidos, se genera este tipo de representaciones que muchas veces son poéticas, hermosas y hay que entenderlas bajo su contexto histórico”, concluyó la experta.

Janet Aguilar