El ser humano ha enfrentado enfermedades que han provocado epidemias y muerte, sin embargo, han sido fuente de inspiración para músicos que plasmaron una huella creativa a través de sus melodías.

“Ya sea como antídoto, medicina espiritual o placebo, las obras musicales que se han mostrado en partituras reflejan que, pese a los avances de la medicina, nuestra vida es frágil y vulnerable”, indicó Samuel Maynez Champion, músico y doctor en estudios Mesoamericanos, durante la actividad cultural de la Facultad de Medicina de la UNAM.

En su charla “Las epidemias dando origen a composiciones musicales: La danza de la muerte”, transmitida por Facebook Live de la Facultad, recordó que los griegos reconocían un valor terapéutico y profiláctico en la música: “Durante la plaga de Esparta, poetas cantaban himnos y cánticos en Lesbos para calmar los horrores de la peste; asimismo, Pitágoras se valía de la música como método curativo, tocando la lira para calmar a los enfermos”, señaló el especialista.

Durante la gran peste negra, Giovanni Bocaccio escribió su colección de cuentos Il Decamerone, musicalizada por Ars Nova Fiorentina, cuya composición fue emparentada con las epidemias. Esta obra sirvió de inspiración para Luigi da Palestrina, dando lugar a Già fu chi m’ebbe cara e volentieri.

Stella celi de John Cooke fue una plegaria a los poderes celestiales para eliminar plagas, dirigida hacia una pandemia en Europa en el siglo XV. Por otro lado, durante 1918, con la propagación de la gripe española, se compuso Influenza Blues, de autor anónimo, cuya letra es una representación de lo que actualmente se vive, pero a menor escala comparado con aquella epidemia.

Finalmente, el doctor Samuel Maynez hizo referencia a la cantata épica Cuitlahuatzin de Samuel Zyman y cuya letra, traducida al náhuatl, es en conmemoración de la llamada “Noche triste”, cuando los mexicas derrotaron a los españoles, época donde también apareció el virus de la viruela.

Axel Torres