Dicen que infancia es destino, y quizá el ser la menor de cuatro hermanos, con varios años de diferencia entre sí, llevó a la doctora Marcia Hiriart Urdanivia por el camino de la Medicina, pues al no tener con quien jugar -su hermano mayor le llevaba 17 años- sus muñecos y animales de peluche eran sus compañeros de juego, pero también sus pacientes, a quienes atendía en el hospital luego de pintarles puntitos para simular que tenían sarampión, “aunque después ya no podía curarlos”.

“De los 13 a los 16 años fui voluntaria en el Hospital Infantil. Esa experiencia influyó para inclinarme por la Medicina, sin embargo, cuando ingresé al bachillerato en el Colegio Madrid, mis profesores representaron una fuerte motivación para hacer una carrera científica, aunque todavía no decidía si estudiar Biología o Medicina, por ello entré de oyente a ambas carreras e incluso revisé los prerrequisitos de Investigación Biomédica Básica”, recordó durante el programa especial transmitido por Facebook Live con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Se decantó por la Medicina y mientras cursaba el primer semestre se enamoró de la fisiología, por lo que tomó el curso de instructores en la materia. Más adelante, ingresó al laboratorio del doctor Roberto Folch Fabre, en la antigua Torre de Investigación, donde aprendió que hacer ciencia es una forma de vida.

Durante su Internado fue a una comunidad en Xochimilco y comenzó a preguntarse si le gustaba la Salud Pública o la Epidemiología, por lo que tomó un curso acerca de estos temas, ganó una plaza para ser instructora de internos en Tulyehualco, y aunque pensó irse a vivir ahí para ayudar a las familias, finalmente decidió hacer una maestría y un doctorado en Fisiología en el CINVESTAV. Mientras estudiaba la maestría, la doctora Hiriart tuvo a su hijo Andrés, a quien considera lo mejor que le ha pasado en la vida, por lo que la doctora Marta Romano Pardo, con quien realizó la tesis, le permitió ir sólo en las mañanas mientras su hijo estaba en la guardería.

Después, viajó a Filadelfia con su esposo, y en una estancia posdoctoral en la Universidad de Pensilvania, junto al doctor Rick Matteson, aprendió una técnica de electrofisiología llamada patch clamp y desarrolló otra para estudiar la secreción hormonal de las células beta pancreáticas, las cuales sigue usando. De regreso a México, la doctora María Luisa Fanjul, de quien había sido adjunta, la llevó con el doctor René Drucker Colín al Instituto de Fisiología Celular (IFC), donde montó un laboratorio y desarrolló técnicas de cultivo de células cromafines de la médula suprarrenal.

Más adelante obtuvo una plaza de Investigador Asociado C Independiente en el IFC, y en 1990 tuvo su primer laboratorio en el Departamento de Bioenergética, lo que la hizo “muy feliz”. De 2009 a 2017, la doctora Marcia Hiriart fue Directora del IFC: “Estuve ocho años totalmente concentrada en facilitar la investigación y propiciar las mejores condiciones para que las personas hicieran bien su trabajo”, recordó al expresar que está muy contenta por la nueva aventura desde hace seis meses al frente de la Jefatura de la División de Investigación en la Facultad de Medicina.

Janet Aguilar y Lili Wences