Actualmente existe una importante variedad de pruebas diagnósticas disponibles que permiten, por un lado, detectar material genético, como es el caso de la PCR, la prueba de antígenos a través de la detección de alguna proteína del virus y, por otra parte, la detección de anticuerpos que se producen en respuesta a una infección por SARS-CoV-2.

“En la infección por este virus, los anticuerpos se empiezan a producir alrededor del día 10 a 15, entonces, si hacemos una prueba los primeros días, no vamos a detectarlos. Por otro lado, la PCR presenta su mayor positividad después de cinco a siete días del inicio de los síntomas, con una sensibilidad del 60 a 80 por ciento en hisopado nasofaringeo y del 90 por ciento en lavado broncoalveolar”, destacó la doctora Rosa María Wong Chew, Jefa de la Subdivisión de Investigación Clínica de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Asimismo, señaló que las pruebas rápidas de antígeno que se encuentran en el mercado detectan a la proteína N (nucleocápside) del virus y están recomendadas por la Organización Mundial de la Salud para su uso en lugares remotos y comunidades cerradas donde no hay disponibilidad de PCR, o cuando se quiere hacer algun tipo de screening para detectar a aquellos que tienen una replicación del virus positiva.

Al mencionar algunas de las recomenaciones sobre el diagnóstico de COVID-19 de la Sociedad de Infectología de América, la doctora Wong Chew destacó que la PCR se debe realizar a pacientes sintomáticos o a personas asintomáticas que son contactos de quienes dieron positivo a COVID-19; a pacientes programados para cirugía electiva; a inmuno-comprometidos, previo a procedimientos de inmunosupresión, o que generen aerosoles si no hay suficiente equipo de protección personal.

Durante el webinar “Pruebas diagnósticas, las ventajas para el control de la epidemia y las regulaciones internacionales”, transmitido por Facebook Live de la Facultad, la especialista advirtió que las pruebas de antígenos tienen alta especificidad, pero sensibilidad intermedia, por lo que una prueba negativa no descarta la enfermedad; que la serología debe realizarse a las tres o cuatro semanas de inicio de la sintomatología para una mayor sensibilidad, y que las pruebas rápidas IgG e IgM tienen muy baja sensibilidad y falsos positivos y negativos, por lo que no se recomienda su uso.

Por su parte, el doctor Gustavo Olaiz Fernández, Coordinador del Centro de Investigación en Políticas, Población y Salud de la Facultad, señaló que las pruebas diagnósticas presentan diferencias dependiendo de la etapa de la enfermedad en la que se encuentra un paciente. Estas fases abarcan: el periodo de ventana o incubación donde hay contagio (pero todavía no se desarrollan síntomas), fase inicial de la infección, infección activa, fase final, fase de recuperación y fase de infección superada. Estas etapas están determinadas por la carga viral, los síntomas y la presencia de las inmunoglobulinas IgG e IgM.

Con las pruebas disponibles se persiguen tres objetivos específicos: tamizaje, diagnóstico y seguimiento. El tamizaje se basa en la prueba de antígenos, que se realiza a casos sospechosos y a personas que han estado expuestas a situaciones de riesgo de contagio. La parte diagnóstica consiste en un abordaje individual y busca sobre todo la presencia de infección aguda, en donde la prueba PCR tiene una alta efectividad. Como seguimiento se realiza la prueba cualitativa de anticuerpos. Entre las desventajas de la prueba PCR destaca su costo mayor, la dificultad de realizarla y la necesidad de emplear equipo especializado, complicando que puedan hacerse de manera periódica a comparación de las pruebas de antígeno.

Las pruebas rápidas de antígeno pueden utilizarse para saber si una persona está infectada o determinar si hubo contagio tras tener contacto con algún enfermo, se realizan sin la necesidad de contar con un laboratorio, son útiles en el primer nivel de atención, consultorios, farmacias y quioscos, independientemente de la infraestructura y la movilidad. “Conocer estas diferencias tiene un gran valor para el estudio poblacional y el seguimiento de la enfermedad, la prueba PCR es el estándar de oro, siendo más sensible, sin embargo, la prueba de antígeno en algunos casos tiene ventajas debido a que puede repetirse periódicamente”, apuntó el doctor Olaiz Fernández.

En su oportunidad, el doctor Jorge Baruch Díaz Ramírez, Responsable de la Clínica de Atención Preventiva del Viajero de la Facultad, habló sobre las restricciones que han tenido los viajes aéreos ante la pandemia, limitando la movilidad internacional principalmente civil, contrastando con el transporte de insumos médicos y vacunas que ha mantenido fluidez debido a la necesidad latente de transportar estos materiales.

En el índice de rigurosidad internacional, explicó, hay cuatro niveles de medidas que se pueden implementar para contener la transmisión del virus: el uno consiste en pruebas y cuestionarios de signos y síntomas, el dos indica cuarentena y pruebas de detección al llegar al destino, el tres implementa aislamiento intermitente en zonas enteras a modo de burbuja, y el nivel cuatro consta de aislamiento completo de grandes regiones, entre ellas algunas islas. La mayoría de los países emplean las medidas de los niveles dos y tres.

Asimismo, subrayó la importancia de las acciones que realizan la UNAM y la Facultad de Medicina a través de la Clínica de Atención Preventiva del Viajero para facilitar la movilidad entre diversos países mediante la emisión de certificados de pruebas y de vacunación que están protegidos para evitar falsificaciones y tienen validez internacional, así como la implementación de un centro de diagnóstico de COVID-19 que inició operaciones en abril de 2020 en el Instituto de Oftalmología Fundación Conde de Valenciana, y otro que recientemente se abrió junto a la terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

“Se estima que en el verano de 2021 haya un aumento de contagios volviendo más estrictas las restricciones actuales y paralizando aún más la aviación civil. La reapertura de sitios turísticos conforme al avance de la vacunación será un reto que podría generar inequidad debido a la escasez de vacunas”, concluyó el doctor Díaz Ramírez.

Por Victor Rubio y Ricardo Ambrosio