Las vacunas son sustancias que inoculadas en el organismo generan una respuesta inmunológica frente a microorganismos como bacterias, hongos o virus capaces de provocar patologías en los seres humanos. En el intento por proteger a los seres humanos, no todos los experimentos han sido exitosos, ya que en algunas personas susceptibles en vez de generar un fenómeno de profilaxia, surgió lo que Charles Robert Richet y Paul Portier nombraron anafilaxia, sin embargo, la vacunación ha logrado reducir de manera efectiva los casos de enfermedades graves como sarampión, rubéola, poliomielitis y parotiditis.

Cuando los virus entran a la célula son reconocidos por el sistema inmunológico mediante receptores de reconocimiento de patrón como los TLR, NLR y RIG, identificando los componentes estructurales del virus o su material genético. Posteriormente, hay un proceso de señales intracelulares que culminan con la activación de genes que generarán una respuesta inflamatoria para reclutar linfocitos. “Antes de que existiera el virus SARS-CoV-2 ya teníamos linfocitos específicos contra algún componente del virus, esto se da gracias a un proceso de recombinación genética del linfocito; los linfocitos dedicados a reconocer estos componentes proliferan para volverse células efectoras que destruirán a las células infectadas”, explicó el doctor José Israel León Pedroza, Profesor del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la UNAM.

En el webinar “COVID-19 y vacunas: ¿Cómo trabaja nuestro sistema inmunológico?, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM, el experto explicó que cuando se controla la infección, entre 90 y 95 por ciento de las células efectoras muere; el resto quedan latentes como células de memoria que generarán una respuesta más rápida e intensa en caso de que se presente una reinfección. La función de las vacunas contra SARS-CoV-2 es simular una primera exposición al virus para generar anticuerpos, esto sin la necesidad de que el virus se encuentre en el organismo.

Por otra parte, señaló que las vacunas de Moderna y Pfizer utilizan ARN rodeado por nanopartículas lipídicas y que codifica para la proteína S del coronavirus. Esta proteína funciona como “llave de entrada para poder invadir las células del cuerpo humano”. Adicionalmente, las vacunas también contienen adyuvantes que estimulan al sistema inmunológico para producir una respuesta y, al tener el material genético, el organismo puede producir la proteína S, ésta por sí sola no tiene capacidad de producir enfermedad, no obstante, es precisamente contra la que se quiere generar inmunidad.

La vacuna de AstraZeneca utiliza un vector de adenovirus de chimpancé y cuenta con la característica de tener una replicación débil; otras vacunas como la de Janssen, utilizan vectores de adenovirus incompetentes para replicación, ambos vectores contienen material genético del virus de COVID-19.

“Nuestra mejor herramienta es que nuestro sistema inmunitario detecte y elimine el virus y esto, cuando no se da con una infección, se logra con la vacunación; en general, tenemos buenas tasas de efectividad en todas las vacunas, con efectos adversos que no han sido un foco rojo de activación después de su aprobación”, concluyó el especialista.

Ricardo Ambrosio