Paternidad es una película basada en la historia de Matthev Logelin. Él es un papá viudo que debe hacer frente a sus dudas, sus miedos, el dolor de su pérdida y los estereotipos de género para criar a su hija ahora que su esposa no está.

“La película acompaña esa tendencia de cambios generacionales que se están dando y nos pone de frente una problemática común, porque difícilmente alguien de este grupo no habrá conocido una experiencia de algún padre soltero. Muestra el desafío de enfrentar el duelo, la crianza de una hija y las normas sociales que dictan lo que sí y lo que no puede hacer un hombre o una mujer”, indicó Luis Eduardo Sánchez, quien fue subdirector del área de diversidad sexual y funcional del programa PILARES de la Ciudad de México, hasta agosto pasado. Durante el Cinedebate, organizado por el Programa de Estudios de Género en Salud de manera virtual, el público participó en un ejercicio de reflexión sensible a partir de sus propias experiencias y comparando la vivencia que se refleja en la película, donde padres y madres contaron cómo fue el proceso de crianza, cuáles eran los principales cuestionamientos afrontados y la discriminación que atravesaron.

Sobre ello, el especialista explicó la importancia de identificar las asignaciones de género, pues no sólo tiene que ver con los colores que alguien puede utilizar o no de acuerdo al sexo; sino con la asignación de valores e incluso emociones que se permiten sentir y cuáles se deben bloquear, de acuerdo a la norma de género. Por ejemplo, la poca sensibilidad relacionada con ser hombre en comparación con la alta sensibilidad normalizada en las mujeres. Sin embargo, es importante reconocer que las emociones o la sensibilidad no vienen de lo corpóreo, los genes o el sexo, sino de la norma social que nos indica el cómo comportarnos.

“Eso tiene que ver con una asignación de roles de género, por eso en los grupos de masculinidades tratamos de trabajar con dinámicas enfocadas en lo que estamos sintiendo y en primera persona. No interpretamos a terceros porque a nosotros, los hombres, nos cuesta hacer esa conexión íntima dado que no fuimos socializados para conectar con toda la gama de emociones que existen”, indicó Eduardo Sánchez.

Además, consideró a estos roles como un círculo vicioso, ya que nos educamos de cierta forma y solemos decir “a mí ya me asignaron este comportamiento y yo ahora lo inculcaré en mis hijos e hijas”. Por esa misma educación aceptamos y rechazamos ciertas cosas y se vuelven ideas que pasan de una generación a otra. Por ello, resulta importante reflexionar, de preferencia de manera colectiva, las decisiones y el comportamiento que se tiene, aunque abrir los ojos es la tarea más complicada de todas, porque pasa necesariamente por hacernos cargo de nuestro propio dolor, consideró el especialista.

Finalmente, reconoció que es gracias a los movimientos feministas y contra la violencia hacia las mujeres que se han desencadenado otros esfuerzos, como los grupos de hombres y las masculinidades. “Si bien cada movimiento tiene su peso, ambos se interpelan, se cuestionan y avanzan de forma paralela. El feminismo tiene mayor presencia en las calles; mientras que el de los hombres apenas comienza a salir del mundo académico y aún es pobre su influencia en sectores populares, pero trabajamos para cambiar eso”, concluyó.

Eric Ramírez