La salud sexual se define no solamente como la ausencia de enfermedad sino también como un estado de bienestar que se relaciona con vivir y gozar ciertas libertades que tienen que ver con el ejercicio de la sexualidad propia, todo ello con seguridad, respeto y fuera de los sistemas de discriminación que afectan a todos los grupos que han sido no considerados dentro del espacio de lo público.

“En el caso los personas que han sido marginadas a lo largo de la historia, como los grupos étnicos o religiosos, siempre han sido los grupos familiares o los más cercanos a la persona discriminada quienes proporcionan un soporte de vida y emocional, sin embargo, en el caso de las personas que viven una disidencia sexual o de género, el primer grupo que genera discriminación son precisamente los familiares; cuando existe discriminación y rechazo hacia la diversidad y disidencia sexual estamos hablando de algo que afecta a la salud sexual”, destacó el doctor Héctor Miguel Salinas Hernández, Coordinador del Programa de Estudios en Disidencia Sexual de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

El especialista señaló que la sexualidad occidental actualmente se caracteriza por ser falocéntrica, pues distribuye de forma inequitativa las oportunidades y recursos entre hombres y mujeres; es edadista debido a que niega el derecho al placer y el deseo a ciertas edades, especialmente en la vejez, y es heteronormativa, al basarse en un marco donde la heterosexualidad se considera como lo normal, sano, legal y legítimo.

También es reproductora porque ve al coito únicamente con fines reproductivos sin tomar en cuenta el placer, y
es altamente genitalista, porque de acuerdo a los genitales de las personas se asume su género y se les asigna un rol. Estas características forman un marco normativo y dificultan que la sociedad comprenda la diversidad sexual y las disidencias.

En el Seminario Permanente de Género en Salud, transmitido por Facebook Live y moderado por el doctor Ariel Vilchis Reyes, académico del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, el doctor Salinas Hernández explicó que la homofobia, lesbofobia y transfobia son un “perro guardián” de la heterosexualidad, que a través del rechazo, la discriminación y violación de los derechos humanos buscan reprimir a las personas de las disidencias sexuales, pues salen del marco de la heteronormatividad impuesta y de lo que se considera correcto.

En este sentido, destacó que la homofobia ha traído diversas consecuencias a la salud pública, particularmente en el bienestar psicológico y emocional de las personas que reciben este trato discriminatorio, pues han registrado altas tasas de consumo de drogas legales e ilegales, así como de ideación e intento suicida.

“Una sociedad que se acostumbra a las noticias donde hay muertos, asesinatos y violencia y a las películas donde hay balazos, y eso ya no les preocupa en absoluto, pero les preocupa que dos hombres o dos mujeres se amen, es una sociedad que necesita revisar urgentemente sus valores, algo está pasando y ojalá que lo podamos cambiar”, concluyó el especialista.

Ricardo Ambrosio