“Más allá de un debate moral, el aborto provocado o inducido se puede comprender como un problema de salud pública”, consideró la doctora Luciana Ramos Lira, investigadora en Ciencias Médicas en la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.

En México, aunque son seis los estados en los que se ha despenalizado la interrupción voluntaria del embarazo, aún existen problemas como la criminalización de facto y a nivel social, así como la resistencia por parte de instituciones y servidores públicos para posibilitar el aborto, apuntó la doctora Ramos Lira en la primera sesión del Seminario Permanente de Género en Salud de 2022.

La ponente explicó que tal y como apunta Arleen Salles en El debate moral sobre el aborto, la disputa sobre la ‘aceptabilidad’ del aborto se torna dogmática e inacabable si se aborda desde el planteamiento moral, por lo que “es necesario tomar en cuenta el contexto y las circunstancias que motivan a tener un aborto y las relaciones entre las personas involucradas”. La especialista mencionó que ha investigado el vínculo entre aborto y salud mental, ya que desde los años noventa investigaciones internacionales muestran conclusiones contradictorias y sesgos metodológicos en estudios que aseguran una relación causal entre el aborto inducido y problemas de salud mental.

“No hay evidencia de que tener un aborto incremente el riesgo de un trastorno de estrés postraumático o de estado de ánimo, incluso en estudios de seguimiento de cinco a seis años. Se ha demostrado que el aborto seguro no está relacionado con el desarrollo de trastornos mentales como el suicidio, el uso de sustancias, trastornos de control de impulsos y alimentarios”, aseguró la ponente.

De hecho, en la actualidad ha incrementado el número de abortos seguros facilitados por medicamentos que se pueden conseguir incluso por Internet como el misoprostol, «lo cual está cambiando la situación en términos de acceso a un aborto seguro, sobre todo en contextos donde hay rígidas barreras legales”, afirmó la ponente.

En un estudio realizado por la doctora Ramos Lira de 2018 a 2019, donde entrevistó a mujeres que interrumpieron de manera legal su embarazo en la Ciudad de México, encontró que uno de los motivos principales para acudir al servicio fue el no poder o no querer sostener a un hijo. De estas mujeres, 40.1 por ciento decidió por su cuenta realizar el procedimiento y 56.3 por ciento lo decidió con su pareja. También se encontró que las emociones negativas durante y después del procedimiento como el estrés, la tristeza, la culpa y el enojo, disminuyeron paulatinamente mientras que incrementaron las emociones positivas como la tranquilidad, satisfacción, alivio y seguridad.

Finalmente, la doctora Ramos Lira puntualizó que el discurso que estigmatiza al aborto es uno de los factores que más afectan la salud mental de las mujeres, por lo que es importante disminuirlo a nivel social, así como abordar el estigma a nivel individual para aminorar la carga emocional negativa, y acompañar esto con una educación sexual de calidad y acceso a los servicios de salud.

Diego C. Alverdi