“Al afirmar que se nace con un sexo genético y/o físico que determina nuestra conducta sexual durante toda la vida, se está cometiendo un error, ya que los humanos y otras especies exhiben una gran diversidad de comportamientos y preferencias sexuales que no sólo varían poblacionalmente, sino en un mismo individuo a través del tiempo, es decir, una plasticidad sexual que se moldea de maneras diferentes en función de ciertos cambios biológicos”, puntualizó el doctor Gabriel Gutiérrez Ospina, Investigador Titular “B” de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIB) de la UNAM.

En su conferencia “Fluidez sexual… sobre las bases biológicas del continuum en la diversidad sexual”, mencionó que los individuos pueden modificar su orientación y preferencias sexuales a lo largo de la vida, fenómeno al que se le denomina “flexibilidad sexual”, y que engloba todas las singularidades que expresan las personas en sus comportamientos
sexuales.

A la fecha, esta postura se ha visto apoyada por diversas investigaciones, entre ellas la realizada por el doctor Gutiérrez Ospina en el Departamento de Biología Celular y Fisiología del IIB, quien estudió el comportamiento en ratas macho clasificadas de acuerdo a sus características copulatorias. Observó que “la conducta sexual es variable y mejor representada en la población como un fenómeno fluido. Igualmente mostró que la expresión de genes relevantes en estructuras cerebrales moduladoras de la conducta sexual no es categórica”.

Otros estudios señalan que sólo alrededor del 1 por ciento de todas las estructuras del cerebro que se han analizado muestra características exclusivamente masculinas o femeninas, siendo entonces el cerebro un mosaico en el que se entremezclan lo femenino y lo masculino. Lo anterior -la teoría del mosaico sexual cerebral de Daphna Joel-, derrumbaría las propuestas de categorizar a los cerebros como pertenecientes a un puñado de géneros, dando así apertura a la fluidez sexual, resultado de la interacción con otras variables.

Justamente esos detonantes que encaminarían hacia una preferencia sexual fueron propuestos por Roger Gorsky, en los años setenta, quien, tras estudiar el comportamiento de animales castrados, notó que al suprimir o administrar exógenamente hormonas se modificaban las manifestaciones en la conducta y preferencia sexuales. “Lo que hace que estos comportamientos sexuales se mantengan o cambien a lo largo de la vida es un cóctel de hormonas, en el que si se altera la concentración de alguna de ellas también lo hará el comportamiento sexual, sin importar que se tenga el mismo sustrato básico: el cerebro”, afirmó el doctor Gutiérrez Ospina durante el Seminario de Investigación del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina.

Es mucho lo que hace falta por descubrir y comprobar, sin embargo “el objetivo es mostrar la relación estrecha que hay entre la expresión de la Anatomía, la Fisiología, la Genética y la conducta. De esta manera se robustecerá la postura de que la conducta sexual y los cerebros que la sustentan no son categóricos sino un continuo”, finalizó el investigador.

Mariluz Morales