“Para hablar del cuerpo, podemos iniciar remontándonos a la antigua Grecia, donde la manera en que se representaba la figura masculina era basada en la armonía, tenía una gran correlación el interior con el exterior, basado en un esquema matemático, ya que buscaban la perfección anatómica, por lo que los rostros no obedecían a una persona en específico, sino a un ideal”, introdujo la maestra Nuria Galland Camacho, responsable de Servicios Pedagógicos y Contenidos del Palacio de la Escuela de Medicina.

A su vez, en la Edad Media, se observa una renuncia al naturalismo, por ejemplo, en la pintura San Quirico y santa Julita se representa un martirio, pero el cuerpo del santo se construye de manera rígida y esquemática. No obedece a la realidad visual, inclusive el mártir es marcadamente más grande que sus verdugos, aunque en la realidad san Quirico era un niño. La importancia radicaba en la dimensión moral del personaje y se buscaban escenas trascendentes, sin referencias a un tiempo o a un espacio.

En la República de Venecia, por su parte, se podían observar grandes avances en la representación del cuerpo. Andrea Mantegna fue un claro ejemplo, ya que en su pintura San Sebastián se observa un meticuloso conocimiento sobre la anatomía, posiblemente obtenido en las disecciones a las que acudía”, comentó la maestra Galland, en su curso- taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Sin embargo, se cree que la gran revolución del cuerpo y su culto se vive en Florencia, unos años antes de la imagen de San Sebastián, pues se presume que el primer desnudo después de la Edad Media fue El David de Donatello, éste opta por representarlo con botas y sombrero, para señalar que debería estar vestido y enfatizar la desnudez del cuerpo. Esta escultura es de un joven que, sin haber llegado a una edad de madurez, pudo vencer a su gran enemigo gracias a su astucia y no a su fuerza física.

“De tal manera que estas representaciones se vinculan con la presencia divina, debido a que los cuerpos masculinos están hechos a imagen y semejanza de Dios y en todos los casos es el eje. Asimismo, el antropocentrismo renacentista es una representación simbólica del mundo, de ahí que todo se adecua a las dimensiones del cuerpo, por lo que los edificios dejan de ser monumentales y se convierten en reflejos armónicos del cuerpo humano”, explicó la especialista.

Por otra parte, la representación del cuerpo femenino toma como modelo al cuerpo masculino, al cual sólo se le incluyen los atributos femeninos, como se puede ver en El nacimiento de Venus de Botticelli. “Es hasta el final del renacimiento y principios del barroco cuando se comienza a explorar más el desnudo femenino en términos naturalistas y como dispositivo de deseo ante la mirada masculina, como se ve en el óleo Venus y el espejo, de Pablo Rubens”, concluyó la maestra Nuria Galland.

Diana Karen Puebla