¿Qué es la universidad?, ¿cuál es su función?, ¿qué significa ser parte de ella y ser profesor universitario?, éstas y otras preguntas fueron abordadas por el doctor Alexandre de Pomposo García, jefe del Departamento de Investigación de la Secretaría de Enseñanza Clínica, Internado y Servicio Social de la Facultad de Medicina, en el marco del 2º Curso de actualización de profesores de asignatura de Cirugía.

Explicó que las universidades no han existido siempre, pues anteriormente había otros modelos educativos, como la Academia de Platón o el Liceo de Aristóteles. La universidad, en tanto, tuvo su origen a finales de la Edad Media, por una necesidad de las naciones.

“De la misma forma que un ejército es para una nación el reservorio mínimo de disciplina social, la universidad es el de inteligencia. Sin ella, el futuro, comenzando desde el presente, carece de sentido; es decir; que no va a ninguna parte y no tiene ningún significado […]. La universidad se erige como la garantía de la trascendencia de una nación”, manifestó quien, además de médico, es licenciado en Filosofía y doctor en Ciencias Físicas.

La universidad también es una maqueta de todo un país, “con sus grandezas y con sus pequeñeces”, pues en ella confluye el camino de los diferentes profesionistas, que deben tener un profundo sentido del compromiso con la sociedad que los ha apoyado en su formación, indicó.

“Profesos, profesores, profesionistas, estas palabras vienen del latín professio, que significa declaración y de faterin, confesar. Es decir, que quien se constituye como profesionista ha cedido su derecho a declararse incompetente en una zona del conocimiento, la suya, aun cuando sea imposible conocer todo acerca de algo”. De este modo, manifestó, el profesional se compromete a estudiar y mantenerse actualizado en sus áreas del conocimiento.

Por lo que destacó la importancia de reflexionar sobre la “conciencia de la ciencia y cuatro momentos epistemológicos: saber, no saber, saber que no se sabe y no saber que se sabe. La conceptualización de esos momentos es lo que constituye la columna vertebral de la educación”, aseguró, de lo contrario se corre el riesgo de someter a los pacientes a verdades parciales.

Pasión, amor y libertad

La universidad se erige como el lugar para “refinar al máximo el espíritu”, por lo que el papel del docente universitario resulta crucial. “Es una oportunidad incomparable dirigirse a espíritus en formación. Aunque el profesor nunca deja de ser un espíritu en formación, tiene ‘más kilómetros’, más jerarquía en sus dudas, sabe qué preguntas son las más importantes y las más urgentes”.

En la docencia universitaria, señaló el doctor De Pomposo García, son clave la pasión, el amor y la libertad. Mientras que “la paciencia, la benevolencia, la Ética y la moral son todas deudoras directas de la pasión”.

La Ética, refirió, es responsabilizarse, y por ello la docencia universitaria no puede estar separada ni ser ajena a lo que pasa en la sociedad, “tiene mucho, tiene todo que ver con nosotros. Aunque estamos aquí, como aparentemente aislados, separados como en una especie de ‘torre de marfil’, no se nos olvide que es una impresión pasajera, y hasta cierto punto falsa, no se trata de un aislamiento, sino de una soledad para regresar con más fuerza a la sociedad, que es la que nos ha mantenido aquí”.

Pero el privilegio principal de ser profesor universitario es “el recurso a argumentos, fundamentos, y regocijo, en la presencia física de todas las disciplinas en esta conciencia contradictoria de que sólo se aprende enseñando y sólo se enseña aprendiendo”.

Mariana Montiel