Evidentemente no existe una guía de cómo ser buen padre, pero hay acciones que permiten impulsar una adecuada formación. Por ejemplo, aunque los niños y adolescentes se encuentran en un proceso de desarrollo y autoconocimiento, deben cumplir una serie de normas, como ayudar en los quehaceres domésticos, que se pueden ejecutar por medio de juegos y trabajo en equipo, reconociendo siempre su esfuerzo.
“Cuando el hijo cometa un acto catalogado como malo es importante señalar la conducta y su consecuencia, y se debe evitar poner etiquetas, como que es desobediente o desordenado”, enfatizó la doctora Diana Patricia Guízar Sánchez, coordinadora del Departamento de Investigación Educativa en la Unidad de Posgrado de la Facultad de Medicina.
Durante la cuarta sesión de preguntas y respuestas del ciclo Todo lo que siempre quisiste saber y no te atrevías a preguntar, organizado por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, la especialista señaló que nunca se debe responder al niño con gritos, callándolo o ignorándolo, porque ello quita valor a sus emociones, generando adultos que ocultan y reprimen sus sentimientos; al mismo tiempo, se infunde miedo que aparentemente funciona al inicio, pero que no crea una solución: “Lo adecuado es mantener la calma, establecer contacto visual, generar un espacio adecuado de desahogo y mostrar otras formas de expresar la emoción en forma saludable”, indicó.
Asimismo, recomendó establecer límites de manera clara y constante, pues si éstos no se respetan todas las veces debido al cansancio de los padres o por otra situación, genera confusión en el infante.
Trastornos en la conducta
La doctora Guízar Sánchez explicó que los problemas de conducta son aquellos que se generan con base en el desarrollo de la persona, es decir, es normal que un niño de tres años haga un berrinche, pero cuando éste se presenta de manera repetitiva, afectando al menos un área de su entorno y presentándose por más de seis meses a un año, se habla entonces de un trastorno de la conducta.
“Los ejemplos más claros son el negativista desafiante, el explosivo intermitente y el trastorno de conducta antes llamado disocial. En los adolescentes toman gran relevancia por el alcance que pueden llegar a tener, ocasionando violencia, robos o abusos de drogas”, agregó ante los asistentes reunidos en el auditorio “Dr. Ramón de la Fuente”.
Su impacto se refleja en las relaciones interpersonales. Cuando el niño con un trastorno de la conducta comienza a ir a la escuela es rechazado por sus compañeros, pudiendo derivar en trastornos agregados del tipo depresivo o ansioso.
“La manera de ayudar es con terapias individuales y grupales, actividades recreativas, además de un análisis tanto de la conducta del niño como del tutor. La crianza positiva se establece cuando los padres son mentores y una guía para los hijos, permitiendo el crecimiento y desarrollo de su autoestima”, concluyó.
Mariluz Morales y Lili Wences