La Escuela Nacional de Medicina (ENM) lideró con sus profesores la formación de las profesiones sanitarias en México, pues además de enseñar a los futuros médicos, impartían clases a quienes querían ser farmacéuticos, dentistas, parteras y enfermeras. Así, con esa multidisciplina, en 1912 la ENM tenía 541 alumnos inscritos, de los cuales 146 pertenecían a carreras distintas a la Medicina.

La carrera de Farmacia experimentó diversos cambios en su organización y contenido a lo largo de los años. En 1833, bajo la organización del doctor José Vargas, la carrera se impartía como una sola materia y duraba dos años en modalidad teórico-
práctica.

Fotografía cortesía del Palacio de la Escuela de Medicina, FM, UNAM

Sin embargo, el 2 de diciembre de 1867, por decreto de La Ley Orgánica de Instrucción Pública, se determinó el aumento de la duración de la carrera de Farmacia a tres años y se amplió el número de materias que se enseñaban, incluyendo farmacia, posología, economía farmacéutica, farmacia legal, deontología, manipulaciones químicas y farmacéuticas, historia natural de las drogas simples, entre otras. Finalmente, en 1919 la carrera se independizó y se incorporó a la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de México.

La formación de dentistas en la ENM también tuvo grandes cambios a lo largo de la historia. Antes de la creación de una escuela específica para la enseñanza de la Odontología, los interesados en esta profesión se formaban durante dos años al lado de un especialista competente y solicitaban a la Escuela Nacional de Medicina ser examinados y el título para poder trabajar.

Esto cambió el 12 de febrero de 1902, cuando se aprobó la creación del Consultorio Nacional de Enseñanza Dental, una escuela específica para la enseñanza de la Odontología. La institución fue inaugurada el 19 de abril de 1904 por Justo Sierra, Subsecretario de Instrucción Pública, y representó un gran avance en la formación de dentistas en México.

En el caso de las mujeres interesadas en convertirse en parteras debían cumplir con ciertos requisitos, tales como presentar un certificado de buenas costumbres y asistir puntualmente a las lecciones durante los dos años que duraban los estudios. Además, debían saber leer y escribir para poder obtener el título.

Por su parte, los flebotomianos, especialistas en practicar sangrías, tratar golpes contusos y huesos, aprendían de manera empírica, pero acudían a la ENM para ser examinados. Eventualmente, la práctica de estos especialistas fue decreciendo con el tiempo, hasta el punto de que en 1866 la ENM ya no recibió ninguna solicitud para titularse como flebotomiano.

Fotografía tomada de la Crónica de la Facultad de Medicina (1950-1971)

La carrera de Enfermería tuvo un lento proceso de incorporación a la ENM. No fue hasta 1910 que se le encomendó a dicha institución la formación de enfermeras, la cual fue aprobada por la Universidad Nacional de México el 30 de diciembre de 1911.
Antes de esto, eran las religiosas quienes se encargaban de instruir a las enfermeras, hasta que un decreto originado de las Leyes de Reforma por el Presidente de la República Sebastián Lerdo de Tejada, en 1874, las obligó a abandonar el territorio nacional. Posteriormente, Eduardo Liceaga, Director de la ENM de 1902 a 1911, organizó cursos en los hospitales vinculados a la Escuela para formar enfermeras. Con esto, se buscaba mejorar la formación del personal de Enfermería en México.

A través de la historia de la educación médica en México, se puede observar una evolución significativa en la formación de los profesionales de la salud. Desde la práctica empírica hasta la creación de escuelas especializadas, se han ido estableciendo nuevos requisitos para la formación de médicos, dentistas, farmacéuticos y enfermeras. Estos cambios, aunque fueron graduales, permitieron una mayor profesionalización en la atención médica y contribuyeron al desarrollo de la salud en México.

Con información de la Dra. Martha Eugenia Rodríguez Pérez, Profesora Titular “C” de Tiempo
Completo y exJefa del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Facultad de Medicina, UNAM

Por Luisa Vera