Además de ser un tesoro arquitectónico, el Palacio de la Escuela de Medicina representa un punto de intersección entre arte y ciencia que se vuelve tangible a través de aquellas obras que lo habitan, cada una con su propia historia y significado, y con ellas el espíritu de las y los artistas que han albergado sus muros de cantera, de manera permanente o temporal.

Por lo tanto, hablamos de un espacio vivo y con memoria histórica, que se ha ido transformando a lo largo del tiempo, nutriéndose de distintos elementos culturales que lo vuelven un organismo con una cantidad inagotable de temas por abordar. En ese sentido, las narraciones en torno a las colecciones permanentes son una constante.

Una vez que reabrió sus puertas en 2008, inició un proyecto de revisión exhaustiva de las más de 20 salas que lo conforman, así como de remodelación museográfica. De forma paralela, surgió el programa “Diálogos con la colección” como una invitación a artistas contemporáneos para abordar una colección ex profeso, es decir, deliberadamente; ya sea inspirada en una colección, alguna pieza en específico o en el mismo inmueble.

“Lo más valioso es el intercambio que se da entre el artista, la colección y el equipo del Museo, el cual se materializa en una exposición. Constantemente estamos activando el contenido de obras que no necesariamente fueron creadas con propósitos artísticos, sin embargo, una nueva lectura siempre permite encontrar múltiples significados”, explicó la maestra Nuria Galland Camacho, Directora del Museo de la Medicina Mexicana del Palacio.

Paula Santiago, originaria de Jalisco, fue quien inauguró esta serie de intervenciones y con quien se rompió el molde, pues al ser una artista que hacía uso de materiales peculiares como sus propios cabellos para coser y su sangre para teñir los vestidos que elaboraba con papel de arroz, presentó una de las tantas nuevas perspectivas al público acostumbrado a adquirir conocimientos exclusivamente formales sobre Medicina.

Otra participación entrañable fue la de Álvaro Verduzco, quien abordó la idea del rastro del tiempo, mediante la exposición del polvo que aspiró de las vitrinas y los espacios del Palacio, en un tubo cilíndrico que a través de la expulsión de aire generaba un tornado con las partículas acumuladas. A la par, de forma arbitraria y disruptiva, colocó latas de alimentos conservados en medio de la sala, con el propósito de llamar la atención para incluir al espectador en la dinámica y hacerle tomar conciencia del espacio.

“Eso hace el arte contemporáneo, nos hace cuestionarnos acerca de nuestra existencia y estructura de valores; es difícil sentir indiferencia y cada persona lo puede leer desde una posición distinta. La función máxima del arte es evocar una reflexión sobre nosotros mismos a través de la presencia de un objeto u obra”, comentó la maestra Galland.

Carlos Santos, Mariana Dellekamp, Ariel Guzik, Irma Montoya, Gilberto Chen, Mariana Caballero, Omar Barquet, Mariana Gruener, Raúl Cordero y el doctor Octavio Rivero, han sido algunos de los artistas que han formado parte de las diferentes exposiciones que suelen realizarse cuatro veces al año.

Fotografías cortesía del Palacio de la Escuela de Medicina, FM, UNAM

“Tenemos también el privilegio de conservar una de sus obras, eso beneficia al Palacio y al Museo porque enriquece el acervo, pero también a las y los artistas, ya que se da a conocer su trabajo”, señaló la académica.

Finalmente, cabe resaltar que estas actividades de gran aliento implican un reto museográfico debido a que deben adaptarse tanto a la colección permanente como a los espacios; no obstante, eso les otorga un valor agregado. Con este tipo de iniciativas, el Palacio se ha convertido en una plataforma para artistas consolidados y para quienes comienzan a dejar huella en el arte.

Por Isabel García