Las sustancias psicoactivas psicodélicas de origen natural son compuestos alcaloides que producen estados modificados de conciencia si se utilizan a dosis no tóxicas, no son adictivos y muchos se encuentran en diversas plantas, algunos de estos compuestos son la mezcalina, la psilocibina y la dimetiltriptamina.

De acuerdo con el Ministerio de Salud de Canadá, existe un espectro del uso de sustancias psicoactivas que va desde el uso benéfico hasta la dependencia crónica; esta clasificación incluye el uso de la ayahuasca y el peyote como sustancias benéficas. “Esto nos invita a revisar los paradigmas con los que las ciencias de la salud mental están explorando en gran parte estas sustancias”, consideró la doctora Anja Loizaga-Velder, Directora de Psicoterapia e Investigación del Instituto de Medicina Intercultural Nierika, A.C.

La especialista explicó que el uso de psicodélicos de origen natural ha sido común en la medicina tradicional y ritos de muchos pueblos originarios de México y el mundo, un ejemplo es la ayahuasca. Estudios observacionales encontraron cambios positivos en indicadores de salud mental y en la calidad de vida de personas con padecimientos psiquiátricos que utilizaron ayahuasca en el contexto terapéutico y a dosis controladas.

Por otra parte, explicó que el peyote es una planta que contiene mezcalina y se ha usado en rituales desde hace miles de años; Karl Meninger, uno de los fundadores de la Psiquiatría en Estados Unidos, investigó su uso en rituales indígenas y concluyó que estas ceremonias pueden constituir una herramienta eficaz para tratar problemas de adicción, específicamente alcoholismo.

En la cuarta sesión del Ciclo de conferencias “Sustancias psicoactivas en contexto”, organizada por el Seminario de Estudios sobre la Globalidad, el Programa Institucional Ética y Bioética FACMED y el campo de conocimiento de Bioética del PMDCMOS, y moderada por los doctores David Fajardo y Claudia Rafful, la doctora Loizaga-Velder explicó que la psilocibina, contenida en algunos hongos, el MDMA, la ibogaína y el ácido lisérgico son otros compuestos que pueden tener beneficios si se usan adecuadamente para tratar padecimientos psiquiátricos.

De igual forma, la ketamina a dosis bajas ha demostrado efectos antidepresivos y actualmente se estudia su eficacia en el tratamiento del trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, adicciones y dolor resistente a fármacos.

“Hay contraindicaciones que se tienen que considerar para que estas intervenciones terapéuticas se puedan realizar de forma segura, es necesario que haya una regulación que permita y facilite la formación profesional, el acceso a tratamiento y la investigación. El reto es el uso profesional, responsable y ético, que haya accesibilidad a gente con escasos recursos, que se evite la comercialización de estas herramientas terapéuticas y la modificación del conocimiento ancestral, es importante que haya certificación y supervisión de las personas que ofrecen estas intervenciones para evitar un mal uso y accidentes”, concluyó la especialista.

Ricardo Ambrosio